Cuando la emoción alumbra al recuerdo

He decidido

que el tiempo se trague lo que en el ahora no le pertenece.

Y en esa promesa de un mundo nuevo aparece tu sombra con el sol acariciándome la espalda.

Un mechón de pelo se desprende para hacerme mirar lo oscuro que surge de tu recuerdo en una densa niebla.

Te doy las gracias por todo lo que sentí contigo, por haber tenido entre las manos una verbena de emociones que después casi me asfixia con su resaca.

Recojo tu imagen con cariño, como si fuera un ser de vida, y me dirijo al océano que muestra para nosotros su espectáculo de magia.

Elijo una ola de baile marino y te deposito en ella con cuidado, diciéndote adiós en el juego de espuma y sal más sagrado que existe.

Sigo con la mirada atenta el dibujo azul que bate con fuerza el infinito que presencio mientras te desdibujas y te pierdo con una lágrima que roza esta piel que grita en susurros felices la libertad que ahora habita.

Porque…

he aprendido

a sentir los minutos con calma,

honrando su tic tac naciente y el ocaso que hace germinar lo nuevo.

Respiro con fuerza, llenando pulmones, venas y alma, de vida y paz.

Adentro y lejos, suena un piano que engalana el alma de aliento fresco y sosegado, con sus teclas dibujando música con cada golpe en un gesto de armonía infinita, porque cada acorde no se agota, sino que se regenera como el amor, que da vida de nuevo y se expande en un ciclo perpetuo.

He sentido

cómo se teje ilusión y vida en las manos de ancestros y espíritus del universo que hoy me hablan en un idioma distinto, que escucho atenta en cada latido y a la vez, cierro los ojos para volar sin traspasar muros, sin esfuerzo, con las pestañas descansando en un retorno al corazón.

Un nuevo destino aparece en el mapa que tracé en los confines interiores, y yo dispuesta a todo por vivir con el sentido que acaba de nacerme, brindo con lo divino por el coraje ardiente y la aventura en la que me embarco sola, libre, con cada sentimiento tan a punto, como una pluma mojada en tinta deseando dar vida a cada trazo.

He crecido

y ahora permito que el huracán me despeine,

sin dejar que se anide en mi cuello.

Lo que no se siente no se recuerda, porque sin emoción no hay memoria.
Siri Hustvedt

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